EL FOTÓGRAFO EN VESPA.

Vivir en la ciudad de la luz y sufrir de migrañas es jodido pero no incompatible, pactas treguas en las que sobrevivir. Tampoco es incompatible, aunque a algunos pseudointelectuales aún les fastidie, amar con absoluta pasión a un equipo de fútbol y a la literatura. En Rafa ambos, equipo y literatura, coinciden en su ciudad que tenemos la suerte y el privilegio que también es la nuestra.

En la grada de Mestalla, junto a su padre, aprendió a ser fotógrafo. Quizá en ese momento aún no fuera consciente, pero ante sus ojos color mediterráneo ya nada pasaba desapercibido, todo en su cabeza quedaba almacenado para utilizar más adelante, cuando llegara el momento. El camino no fue fácil, surgieron demasiadas encrucijadas.

Rafa ha sido desde siempre fotógrafo con la particularidad de poseer el don de fijar su objetivo en lo que nadie mira porque no interesa, pasa desapercibido o porque simplemente ya no existe o dejará de existir en breve.

Los negativos que los fotógrafos convencionales tiran a la papelera porque han salido desenfocados o simplemente desvelados por el exceso de luminosidad que es un impedimento para ver bien, él los trabaja como su padre amasaba el pan suyo de cada día, poniendo las manos y el alma en ello.

El otro don de Rafa es que cuando revela sus fotos las convierte en palabras. Muchas de ellas acabaron en artículos de prensa y libros colectivos que los viejos del lugar celebrábamos como goles de nuestro Valencia. Luego llegó la Balada del Bar Torino y más tarde Noruega, fotos reveladas en dos libros maravillosos de escritor inmenso. Seguro que vendrán más. No le hace falta flash ni cámaras de última generación. Le sobra lucidez y a su Valencia luminosidad. Una ha sabido posar, realmente siempre ha estado ahí, y él mirar sin prejuicios.

Ni Velluters ni el Valencia son ya lo que fueron, nosotros tampoco. Pero ahí quedan para siempre, en esas dos obras de arte donde cada página es memoria.

Mañana, 9 D´Octubre, Rafa recibirá la distinción al mérito cultural de nuestro pueblo. Los que le queremos no podemos estar más contentos y orgullosos.

Estoy seguro de que si por él fuera recogería su premio directamente desde su Vespa, sin bajarse, a lo McAuto. El Molt Honorable President asomando desde una ventana para entregarle en una bolsa de papel su merecida distinción y Rafa dándose el piro lo más rápidamente posible para continuar con las rutinas de su felicidad, en ese trozo de mundo donde la ciudad deja de ser asfalto para convertirse en arena de playa.

Pero aguantará el tipo, estoy seguro, la ocasión lo merece. Sabe mejor que nadie que “No hay error más grave en la vida que no ser capaz de hacer feliz a nadie”. Y él lo ha logrado, nos ha hecho felices a los devotos de su equipo y su literatura. A su madre, a E, a su familia, a sus amigos. Y tengo la seguridad que especialmente a ese valencianista de cuya mano comenzó a hacerse fotógrafo en la luminosidad de la grada de Mestalla, ese que nunca ha dejado de estar a su lado.

Muchas gracias por todo, chaval.

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