En el mundo del fútbol ya está todo inventado desde hace mucho tiempo y la práctica totalidad de crónicas se hacen en función del resultado. También las opiniones de los aficionados están condicionadas por el hecho de que la pelotita entre o no entre.
Gestionar profesionalmente un club no te garantiza el éxito deportivo porque en este deporte siempre hay un factor incontrolable que lo hace mágico, pero sí aumenta las posibilidades de obtenerlo. Sin embargo, la gestión pésima de un club siempre te lleva al abismo, sí o sí, aunque la pelotita entre circunstancialmente.
Hace dos temporadas surgió el milagro de una generación de jóvenes futbolistas que sin tener un proceso de maduración progresivo y adecuado, a fuerza de necesidad, irrumpieron en el primer equipo para convertirse en protagonistas inesperados y evitar el desastre de la Segunda División.
El club secuestrado por Meriton y sus asalariados convirtieron aquella excepción en normalidad y el paso del tiempo ha terminado por dejar en evidencia, una vez más, la inexistencia de planificación deportiva. Lo hacen además con total alevosía y nocturnidad.
El equipo ya no da para tirar del club como en anteriores ocasiones y en el apartado económico-financiero la entidad se desangra a pasos agigantados.
En lo que respecta a Baraja, indiscutible leyenda por su faceta como futbolista en el Valencia, lo suyo era un «win-win» de manual desde el primer momento.
Si la inmensa la mayoría de futbolistas de la primera plantilla en un Valencia normal nunca hubieran soñado ni llegar, él tampoco habría aterrizado tan prematuramente en el banquillo de nuestro equipo. Ni tenía el currículum ni la experiencia necesaria para hacerlo. Es por tanto también un beneficiado de la “no” política deportiva de Meriton y sus cómplices.
Hay un sector de valencianistas, quizá los menos ruidosos, que en su primera temporada como entrenador no le cantamos aquello de “Pipo Baraja”, ojo, por no bajar a Segunda, ni le vamos a cantar ahora lo de “Pipo vete ya” porque sabemos perfectamente en qué circunstancias llegó. Prestarse a formar parte del organigrama de Meriton es lo que tiene, que ya no te puedes quejar de mentiras, promesas incumplidas o estafas, más bien, seas jugador o entrenador, si aceptas formar parte de esta pantomima te conviertes en parte de ellos. Este es el principal motivo por el que pienso que Quique, pese a su gran valencianismo no vendrá, no tiene necesidad de ello.
Del Valencia que conocimos solo queda Mestalla y lo quieren derrumbar con la complicidad de los partidos políticos de Valencia que no han sabido ni velar por la seguridad del proyecto presentado por enésima vez. Varios arquitectos de reconocido prestigio, de la mano del Colectivo Últimes Vesprades a Mestalla, han tenido que salir a dar la alarma social de esa barbaridad que quieren perpetrar.
Solo nos queda Mestalla como símbolo y punto de partida para un difícil renacimiento.
A él no aferramos. No lo vamos a dejar solo.
Bendita y única posibilidad.