CARRIL LAHUERTA.

 


Quedé con Rafa en el Bioparc. Se trataba de entablar una conversación sobre su último libro “La promesa dels divendres” (Drassana) mientras aprendíamos a diferenciar las distintas especies de animales: camellos o dromedarios, gavilanes o palomas, patos o conejos, chotos o sapos…

Por el hilo musical sonaba “Amigo Félix” aquel super éxito de Enrique y Ana de 1980, unos diez años antes de la época en la que transcurre su novela más personal y honesta con la que cierra un ciclo.

 

 

1-     La verdad, amigo, que el título me despistó bastante. Al tratarse de una novela autobiográfica que transcurre entre 1988 y 1990 pensé que “La promesa dels divendres” era tu ansiada espera a la emisión de Nit d`erotisme en nuestro añorado Canal 9. Ya sabes, la promesa de una bolsa de ganchitos y a saborear aquellas magníficas películas de arte y ensayo.

 

Te entiendo, pero yo era más de Balbín y La Clave. Me venía muy bien para dormirme. 

 

 

 

2-     ¿Cómo afrontaste la escritura de esta novela que cierra tu trilogía (La tentativa, el ensayo y la confirmación) tras el enorme éxito de la aclamada e inolvidable “Helsinki”?

 

Surgió como un desahogo. Y así lo viví en un principio. Luego vi que había un libro. Bueno, fueron mis editores quienes vieron que había un libro. 

 

 

 

3-     Vienes de una familia de tradición panadera. ¿Crees que el eslabón se acabó aquella tarde de Reyes en la que en el roscón te salió “La gran historia del Valencia CF” del mítico Jaime Hernández Perpiñá? ¿Fue aquel libro un cambio en la forma de vivir nuestro querido club y un posible inicio, aunque fuera muy remoto, de tu amor por la literatura?

 

Seguro. Aprendí a leer con el don Balón, el As Color y la revista del Valencia Cf que nació en 1976. Los episodios de Hernandez Perpiñá eran mis favoritos. Hernandez Perpiñá es un maestro. Creo que fue el primer referente que tuve a la hora de escribir. Tenía un estilo claro y apasionado. Soy un discípulo suyo, seguro que sí. 

 

 

4-     En “La promesa dels divendres” vuelve a salir el antiguo Barrio Chino de Valencia. ¿Crees que el cambio climático puede haber influido en que migrara de la Avenida del Oeste a la actual gestión del Valencia Club de Fútbol?

 

No lo creo. En el barrio Chino había mucha más dignidad. Se trataba de sobrevivir en circunstancias muy difíciles. Lo de la directiva actual del VCF es un pozo sin fondo de indignidad y miseria moral. No se puede comparar. 

 

 

5-     Decía Luis Aragonés que el fútbol que él conoció cambió cuando entraron los primeros secadores de pelo a los vestuarios. ¿Crees que nuestro Valencia cambió definitivamente cuando ficharon al portugués Nani? ¿Qué será lo siguiente? ¿Fichar a algún Cari, Tete, Pitito…?

 

 Bueno, tuvimos un Nolito, un Manolete, un Paco Pepe y hasta un Ñito. En ese sentido me identifico con Espárrago. Cuando llegó al Sevilla le dijo a Pepelu que con ese nombre era difícil que jugara. Aunque nada comparable a Muñoz Pérez, que empezó en el fútbol siendo Paquiqui. Fue fichar a Paquiqui y bajar a segunda. Normal. 

 

6-     ¿Crees que la sociedad actual vive demasiado deprisa sin pararse a pensar en las pequeñas cosas que son realmente las que nos proporcionan la felicidad  porque ya no existe El semáforo de Europa que todo lo ralentizaba?

 

El semáforo de Europa era una gran atracción circense. No es casual que su desaparición coincida con el nacimiento de las Mama Chicho. Según Cisco Fran la decadencia absoluta nació con la aparición de Tele 5 y la telebasura. Es una idea a desarrollar. Todo lo que sé de la vida lo aprendí en el bar Los Checas, que era el gran apeadero del semáforo de Europa. Y sí, soy de los pocos que ha visto con vida a la hija de Albano y Romina Power. En julio de 1982. Fue el momento culminante de mi vida. Gracias al semáforo de Europa, Romina Power, Albano y sus hijos almorzaron en el bar Los Checas con la silueta de Mestalla de fondo. Una experiencia así te cambia la vida. 

 

 

7-     ¿Cuál es tu rincón favorito actual de la Valencia real y la Valencia imaginada?

 

De la Valencia actual, la calle Alpuente de Benimamet. Es pura magia. Creo que acabará siendo la Travesía Hemingway en honor al célebre escritor que durante la guerra civil estuvo por allí. De la Valencia imaginada, la colina Naranja y su volcán Mestalla, ahora inactivo. Quizá algún día la dé a conocer en forma de novela. 

 

8-     Has comentado varias veces que el fútbol te salvó la vida y la literatura te salvó del fútbol. ¿De la literatura te salvará algo?

 

Yo ya estoy amortizado. Imagino que tendré una muerte absurda por culpa de alguna hipérbole mal digerida. Me persigue una rara fatalidad lacrimógena. Por eso es mejor que no me deis mucho la brasa. Por vosotros mismos. 

 

9-     ¿Cómo un hombre tortuga como tú puede sobrevivir en la Ciudad del Running? Si es que ya lo decía tu madre, “mi hijo no es malo, es raro”. ¿Acabarás tus días escribiendo desde una Sociedad Protectora de Animales?

 

 Mi gran ambición es que me adopte una Pitita del Eixample. Quiero ser como el perro Cuqui de la calle Sorní, adicto a la mermelada. 

 

10- Te iba a comentar algo que ahora no me acuerdo…Algo que en “Les promeses del divendres” me ha llevado a “Càndid” de Miquel Nadal, también publicado en Drassana… Ostia, ahora no me acuerdo… Ah sí… El olvido… ¿Al ser uno de los rasgos que siempre nos lastran, quizá lo hemos normalizado? Un hombre tortuga, ¿en el fondo no debería sentirse cómodo en él?

 

No sé nano, esta pregunta me ha descolocado. No tengo respuesta. 

 

 

11- Una reflexión final. Los devotos de tu literatura deberíamos hacer un sincero y sentido reconocimiento al deporte de dos ruedas. Debemos todo a tu Vespa y a tu bicicleta estática. Montado en la primera observas la ciudad a la que luego, sentado en la segunda, no puedes dejar de escribir.

Estoy seguro que en unos años Valencia te devolverá todas esas novelas de amor que le has escrito con un “Carril Lahuerta” que recorrerá toda su piel.

 

 En realidad, esta ciudad pasa de sus escritores. Yo la amo, pero ella no sabe que yo existo. Me conformaría con que los amigos de UVAM pusieran una plaquita en el horno, ahora un cajero automático, de la calle Zurradores donde nací. Algo así como: «On s’ha fet pa sempre fa olor de pa». 

 

 

Envueltos en la conversación de dos colegas a los que durante muchos años nos separó El Semáforo de Europa y nos juntó Mestalla y sus alrededores, no nos habíamos dado cuenta que el Bioparc ya había cerrado sus puertas con nosotros dentro.

Anochecía y pese a ser daltónicos animales supimos distinguir la zona de los chotos, nuestro hábitat natural. También la vida era eso, el balance de las oportunidades perdidas, aquella frase que nunca debió pronunciarse, aquel penalti de Pellegrino en Milán…

               

 La promesa dels divendres. Editorial Drassana.

 

 

 

 

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