LA NOVELA INTERMINABLE.

Quedé con Miquel el pasado 20 de mayo en la Muralla de Valencia. No, no en esa que fue derribada en 1865, sino en el restaurante chino que regenta mi amigo Chen en la frontera de Benimaclet con el Semáforo de Europa de la Avenida Catalunya, a mitad de camino entre su casa y la mía, ambas cercanas al campo de fútbol que ese día cumplía noventa y nueve tacos y que algunos llevan años intentando derribar mientras ahí sigue, casi centenario y en pie, mucho más digno que nosotros.

Chen nos sirvió la especialidad de la casa, lo que él llama “La transacción más grande del fútbol mundial” y que en el fondo no es más que otro “rollito de primavera” servido en cucurucho de cartulina reversible. Así dimos inicio a esta conversación.

 

De Plácido a Càndid:

1- Le pusieron de nombre Càndid en homenaje a Voltaire y las luces. Con lo caro que se ha puesto últimamente el kilovatio, ¿crees que en la próxima generación se romperá la cadena y buscarán otro nombre tipo Eolo o Helio?

En un futuro la gente que podrá identificar nombres como Càndid será una minoría. De todas formas usted ya sabe que compartimos nuestro aprecio por Plácido, esa obra maestra, nuestro ¡Qué bello es vivir! Entre Eolo o Helio, me quedó con Eolo, calle que es -en realidad- parte del camino de Algirós, y eso lo dice todo.

 

2-La dinastía Càndid parece una carrera de relevos a lo largo de la historia, generación tras generación, distintas épocas pero los mismos errores. Merece la pena correr “pa ná”?¿Alguna vez tendrán claro que lo importante no es solo participar y que hay que ser algo más ambicioso que conformarse con la Intertoto?

La saga de los Branqueta es de una fidelidad aplastante a la equivocación y al error. Sus insistencias en quedarse en la pura proclama, sin atender a la sustancia de las cosas, merecerían formar parte de un Manual de Torpezas que no hay que cometer. La dinastía es fiel a una mentalidad cándida e inocente, que huye de la ambición. Branqueta se conforma con enfundarse la camiseta.

 

3-En la novela, como en el Valencia, ¿la culpa es siempre del entorno? Esa escusa recurrente y facilona a la que solemos recurrir porque claro, el entorno siempre son los otros, nosotros no…

La novela, si alguna originalidad plantea, es que no es una historia de víctimas y culpables, ya que en el fondo todos somos de alguna manera, por acción u omisión, verdugos y ejecutados, y no hay entorno que pudiera resistirse, si nosotros planteáramos de forma consciente nuestra vida colectiva en términos de dignidad. En más de una ocasión, frente al entorno, habría que hacer como Cirilo Amorós en Chamartín, y abandonar el terreno de juego.

 

4- ¿Se puede bombardear una sociedad a base de pétalos de flores, música y Kisscam? ¿Puede llegar a tener efectos más devastadores y duraderos en el tiempo?

Las únicas flores por las que siento un aprecio sincero son las de la carxofa, y de temporada. Las otras no me gustan ni en pintura. Como parte de los vivos me asfixian, y del otro lado me recuerdan a los cementerios. Un aficionado de la década de los años 80 del pasado siglo no consentiría nada que se parezca a la kisscam. Al futbol, y a la vida, se va a ver el fútbol, y no reclama otro sentimiento que el sufrimiento. Ni bailes ni nada que se le parezca.

 

5- En la novela aparecen varios Càndid. Más allá de la época en la que transcurren sus historias y que como es lógico los diferencia, ¿no crees que hubiera sido más fácil para el lector identificarlos como en los antiguos cromos de fútbol? Càndid I, Càndid II, Claramunt I, Claramunt II, etc?

Lo de los números romanos no funciona en el fútbol. Solo hubo un Claramunt, y solo hubo un Uriarte. Por otro lado, creo que en realidad todos los personajes son, en realidad, el mismo Càndid. Cambia el escenario de la destrucción, pero el actor es el mismo. Debería haberlo convertido en un viajero en el tiempo.

 

6-¿Recuerdas aquella colección de libros juveniles de finales de los 80, principios de los 90, que se llamaban “Elige tu propia aventura”? Leyendo Càndid he tenido la impresión de que por mucho que se empeñen los distintos personajes y su acción transcurra por distintos cauces y circunstancias, al final todos acababan en un mismo destino, en un mismo lugar, el de la sumisión y el fracaso.

Es que Càndid, como la ciudad cándida en la que se encuentra atrapado, parece que no quiera elegir su propia aventura, su aportación al destino colectivo, porque ser sumiso es de una comodidad extraordinaria, y además le puedes echar la culpa al clima y a los demás. Con lo sencillo que es decir que no.

 

7- Cuando se derribaron sus murallas, ¿Valencia dejó de ser una ciudad Bronca y Copera?

Nunca hemos dejado de serlo. Tenemos dos heridas, dos cicatrices sin resolver que evocan una ausencia. Una ciudad amurallada sin murallas, y una ciudad fluvial, sin río. No hay ciudad en el mundo que lo supere. Somos como esas personas a las que les han amputado un miembro, y todavía sienten dolor.

 

8-En el libro, la huerta ya no es pueblo y quiere ser ciudad. Mi duda es si hoy en día Lahuerta quiere ser Valencia o Noruega.

La huerta, sus sendas y acequias, no eran el mejor mundo para vivir. Más allá de Tránsitos estaban las rectas, las luces, y Mestalla. Lahuerta, por el contrario, es de lo mejor que nos ha pasado como sociedad y como club, y además es el escritor con más pelo de la literatura valenciana.

 

9- Tracas, flores y música como zona de confort para luego acabar quejándonos y poniéndonos transcendentes sobre nuestro destino y sumisión. Es como si no hubiera término medio. ¿Crees que es precisamente esa contradicción nuestro estado natural y no hay que darle más vueltas?

Ese es nuestro drama. No somos de términos medios. En una misma frase comenzamos con la boina y el trabuco, o con el garrote a dispersar procesiones, y después de la oración subordinada, ya estamos agachados expresando lealtad.

 

10- Víctimas y culpables de la destrucción de la huerta. ¿También de nuestro querido Valencia Club de Fútbol?

La huerta. Me centras el balón para un remate fácil. En el Puerto de València se encuentran los culpables. Solo hay que seguir la insignia, que es de indignidad.

 

11-Càndid es una novela interminable porque mientras exista Valencia, siempre estará sucediendo. ¿El siguiente capítulo será la ampliación del puerto y el derribo de nuestro queridísimo Mestalla?

Como la novela es interminable, no hay un final, y eso no va a suceder. Ni una cosa ni la otra. Acabaremos ganando. Y lo sabes.

 

 

 

Càndid, Premi Lletraferit de Novel.la 2021, está publicado en Drassana.

 

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